-SESIÓN 13
¿De qué color ves el mundo?
El día de hoy al igual que en las demás sesiones
nos dirigimos a INEN, todo se desarrolló de la misma forma; sin embargo, logré
vivir un suceso distinto al de las demás sesiones, el cual fue rencontrarme con
un niño al cual quería ver desde hace mucho tiempo porque la última vez que lo
vi solo pude hablar con su madre, pero no con él.
Este niño -según lo que había logrado hablar con su
madre la primera vez que lo vi- iba con regularidad al colegio hasta cerca de
tercer grado, era bueno en el colegio y ávido por el estudio, lamentablemente
tuvo que dejarlo debido a las circunstancias que vivía.
Este niño me pareció un caso especial porque no
solo atravesaba una dura enfermedad, sino que este tenía autismo y además
carecía del sentido de la visión, aun así, estaba ahí enfrentándose a esta dura
enfermedad que de algún modo u otro la vida lo había conducido.
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Papiroflexia manía. (s.f) Papiroflexia ranas. Recuperado el 5 de octubre de 2018 de http://www.papiroflexiamania.com/ranas-de-papel. |
La primera vez que lo vi y no logré hablarle, no podía dejar de pensar en las siguientes preguntas: ¿Qué hubiera pasado si hubiera hablado? ¿Se habría asustado? ¿Él comenzaría a gritar? O tal vez, simplemente me hubiera ignorado. Ahora era mi momento de responder a esas dudas, así que me acerqué y le dije: Hola, ¿cómo te llamas?, mi nombre es Naomi, pregunta ante la cual no recibí respuesta. Segundos después su madre me dijo el nombre del pequeño e intentó ser la “mensajera”, “intercomunicadora” entre lo que le preguntaba al niño y lo que él quería decir. Parecía que el niño solo escuchaba a su madre y a nadie más por decisión propia, ello hasta que le pregunté al niño si quería que le haga un sapito de origami que podía saltar, ante ello él me dijo que sí.
Ingenuamente, le pregunté al niño de qué color
quería el sapito. Ingenuamente, porque el no podía ver, entonces, yo no sabía
cómo arreglar la pregunta incómoda que había hecho. Sorpresivamente, el niño me
respondió diciendo un color, lo que me hizo pensar que no por el hecho de ser
ciego no le debe gustar un color. Tal vez antes sí había podido ver o
simplemente le gustaba cómo sonaba el nombre del color elegido.
Una vez terminado el sapito se lo entregué a el
niño, pero el solo dijo: “¡NO!”, y su mamá le dijo: “Es el sapito”, entonces,
él dijo: “A ver”, y lo comenzó a oler y tocar, luego dijo: “Sí lo quiero”. A
continuación, pidió otro y lo hice, el tiempo se estaba agotando y yo me tenía
que ir, así que me despedí de él y su mamá. Cuando ya estaba un poco lejos de
ambos, el niño me dijo con un tono de voz elevado: “CHAU, CUÍDATE”. Algo que
honestamente me sorprendió, pues después de todo había podido establecer de
alguna forma u otra un vínculo con él.
Finalmente, creo que esta sesión ha sido una de las
más valiosas porque he aprendido mucho. He aprendido a ser más íntegra, buena
comunicadora y de mentalidad abierta. Estas tres cualidades porque he aprendido
que para dirigirme a cada persona debo comunicarme de maneras distintas, porque
ahora soy consciente de que la forma en la que yo entiendo el mundo no es la
misma que la manera en la que el otro lo hace, ejemplo de ello fue mi nuevo
amigo, quien probablemente no imaginaba lo mismo cuando escuchaba la palabra
verde o rojo, quien probablemente no podía prestar atención a lo que le rodeaba
mediante sus ojos, pero lo podía hacer de manera perfecta a través de sus demás
sentidos, entendiendo el mundo de un modo que yo ignoro.
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